Es fundamental conocer a nuestros cohabitantes de la Tierra para poderlos respetar mejor. Es lo que hicieron los más pequeños de la Asociación, los niños de preescolar: conocer algunos de los animales que viven en Nicaragua y unos poquitos que habitan otros lugares de nuestro Planeta. La actividad programada por su maestra se estaba cumpliendo, y la Asociación Hijos del Maíz había hecho posible que estos niños disfrutaran de un paseo emocionante.

Fue una mañana, la del jueves 25 de julio, que permanecerá en su recuerdo para siempre. También ellos, los niños de San Blas, los más pequeñitos, tenían derecho a visitar el Zoológico Nacional de Nicaragua. Para algunos de ellos era la primera vez que atravesaban la “frontera” de Masaya, 12 kilómetros al nor-oeste de su Comunidad.

No viajaron en bus sólo con su maestra, con Gemma, no, otros seis adultos los acompañamos. Y, por cierto, desde aquí valoramos la paciencia y la entrega de todas las personas que dedican su vida a trabajar con los niños. Son pequeños, pero escurridizos como sólo ellos saben hacerlo. No se les podía perder de vista ni un momento, pues cuando menos lo pensábamos, ya había alguno de ellos gateando por los muros para ver más de cerca a sus animales preferidos. Sí, reconocemos que los “bandiditos” nos dieron trabajo.

Con sus grandes ojos café no perdían detalle. De recinto en recinto, y visitando jaula tras jaula, iban observando todos y cada uno de los animales del zoológico. Incluso aquellos que estaban escondidos fueron descubiertos en un abrir y cerrar de ojos por nuestras joyas. La verdad, no sabría decir si los niños de nuestra tierra, de España, serían capaces de captar con tanta agilidad tantos detalles.

Al final, como indicaba el guión escrito por la profe, había que preguntar por el animal que más les había gustado. Y claro, cada uno tenía su preferencia: el león, el tigre, el jaguar, el leopardo, el puma, los monos, los papagayos, el oso hormiguero, el burrito,… En lo que sí manifestaron unanimidad fue en mostrar la alegría de haber visitado el Zoo. ¡Qué no contarían a sus papás al llegar a casa!!!

¿Y los adultos que acompañamos a los niños? Cansados, os lo aseguro, pero satisfechos y contentos de haber observado en la mirada de estos niños tanta alegría y tanta admiración. Mereció la pena por ellos y por nosotros.